Aún en la crisis, España no deja trabajar a los españoles

El fin de semana estuve en una pequeña casa rural en la provincia de Lugo. La casa, con cinco o seis habitaciones, dispone de una finca relativamente amplia. El joven matrimonio que la gestiona (trabajan y viven allí mismo, con su hijo de un año) tenía pensado utilizar parte de la finca para construir una piscina y añadir un atractivo más al de por sí agradable hospedaje que ofrece.

No los desanimaba la crisis, estaban dispuestos a asumir el riesgo y a invertir sus últimos ahorros. Sin embargo, el proyecto quedó aplazado sine die. ¿Qué pasó? Que la reglamentación les exige que escojan entre dos alternativas: o bien hacen una piscina muy pequeña (inútil como reclamo comercial) o bien contratan a un socorrista.

No sé si la norma en cuestión es del ayuntamiento, de la diputación, de la autonomía o del estado central. Sí sé que es contraproducente. ¿Cómo puede exigirse la presencia de un socorrista para una piscina que utilizarían no más de diez personas? Se alega que esa presencia sólo es obligatoria a partir de cierto tamaño. ¿Y qué ocurre con las piscinas particulares de medidas similares? ¿Cree el legislador que, en este caso, los responsables de la casa rural no harían la piscina pensando en la seguridad de sus clientes? ¿O es que en algún momento fue preciso congraciarse con el colectivo de socorristas?

La legislación cree estar protegiendo el bienestar de los usuarios de las piscinas. La realidad es que desincentiva la inversión, evita la generación de actividad económica y empleos, y quita al Estado la recaudación de los impuestos que se derivarían de dicha actividad.

A unos pocos kilómetros de la misma casa, en el viaje de ida, el sábado, pasé por un supermercado que rebozaba de actividad. El domingo, al regresar, el mismo supermercado era un desierto porque, una vez más, la legislación no le permite abrir (es decir, vender, producir, generar riqueza).

Los dirigentes políticos dicen todos los días estar buscando alternativas para salir de la crisis. Estos dos ejemplos, al alcance de cualquiera que quiera verlos, muestran que, si realmente lo hacen, no ponen el foco donde deberían. Comprendo que para ellos sea mucho más atractivo firmar un convenio en presencia de muchos periodistas que someterse a la laboriosa tarea de revisar normas con objetivos caducos. El caso es que ahora se necesita algo aparentemente modesto, aunque de gran alcance. Se trata, tan sólo, de aprovechar lo que ya tenemos, dejando trabajar e invertir al que quiera hacerlo, eliminando trabas que difícilmente hayan tenido justificación alguna vez.